El Imperio Central y el Imperio Oriental
La China de los Han: prosperidad y decadencia La dinastía fundadora de China, la de los Tsin, es desplazada muy pronto, y Liu Pang, un usurpador, funda la dinastía de los Han, que proporciona al Imperio una era de prosperidad. Durante cuatro siglos, se refuerza el poder central y se desarrolla la agricultura. En el 165 a.C., y por primera vez en la Historia, los funcionarios son seleccionados mediante un concurso oficial. La administración establece su monopolio sobre el comercio del alcohol, del hierro y de la sal. Se trata de la época en que la seda, materia fabulosa, llega hasta Roma. El poderío de la dinastía se manifiesta mediante conquistas: China se anexiona Corea y se extiende hacia el Sur. Pero la caída de los Han traerá consigo, durante otros cuatro siglos, el dislocamiento del Imperio. Sobre sus ruinas se forman pequeños reinos, sucediéndose los desenfrenos y asesinatos. Los bárbaros invaden el Norte, los propietarios se repliegan sobre sus dominios y los campesinos se amotinan. En esta época de perturbaciones es cuando el budismo arraiga perdurablemente en China. La perspectiva de la reencarnación en un mundo mejor no puede dejar de seducir a hombres que viven unos tiempos tan difíciles.
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