La condición obrera en el siglo XIX
La condición obrera A principios del XIX, ser obrero no suponía ninguna ventaja. Ante la ausencia de todo tipo de legislación restrictiva, los obreros se veían obligados a trabajar 15 y 16 horas diarias. No había descanso, ni siquiera el domingo; tampoco las mujeres o los niños estaban libres de esta situación. La total libertad que regía las relaciones entre el capital y el trabajo jugaba siempre en contra del trabajador, que no podía sublevarse contra los bajos salarios, ya que la existencia de una gran cantidad de mano de obra desempleada ponía siempre a disposición de los patronos un «ejército de reserva», mantenido también por el crecimiento demográfico y por el éxodo del campo a la industria. Estas condiciones de vida se agravaban por la antigüedad e insalubridad de las viviendas de los trabajadores. El alcoholismo y las enfermedades completaban muy a menudo este cuadro de la miseria obrera.
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