Martín Lutero contra Roma
El drama personal En realidad, las dudas que Martín Lutero alimentaba sobre el estado de la Iglesia de su tiempo no hacían más que reflejar su propia tragedia. Agobiado por el peso de su personal imperfección, a cada instante se sentía amenazado por el pecado, por lo que se entregó al ascetismo más riguroso. Una noche de invierno de 1512, le sobrevino de repente una iluminación: el justo no se salvará en modo alguno por sus obras, sino por su fe. La verdadera fortaleza del hombre frente al mal y la condenación reside sólo en la fe.
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