Antibióticos
Descubrimiento de la penicilina El descubrimiento de los antibióticos es uno de los más importantes en la historia de la medicina. La existencia de sustancias producidas por organismos animales o vegetales y que a pequeñas dosis tuvieran la propiedad de inhibir el crecimiento o incluso de destruir las bacterias y otros microorganismos, es decir, la noción de lo que es el antibiótico, fue vislumbrada ya en el siglo XIX por Pasteur y Joubert, aunque no fue hasta 1928 cuando se consiguió encontrar la primera de estas sustancias: la penicilina. El artífice del hallazgo, en el que jugó un importante papel la casualidad, fue el médico y bacteriólogo británico Alexander Fleming, en 1928. Ese año, Fleming, al irse de vacaciones se olvidó sobre la mesa del laboratorio una placa de cultivo con bacterias contaminadas por el moho Penicillium Notatum en cuyo estudio estaba trabajando. Al volver, observó que los microbios que estaban próximos al moho habían muerto. El Penicillium Notatum segregaba una sustancia inhibidora de los estreptococos, a la que denominó penicilina. Era el primer antibiótico. Al principio, sin embargo, no se concedió demasiada importancia a este descubrimiento, hasta que, en 1939, el australiano Howard Florey y el británico Ernst B. Chain retomaron las investigaciones que habían quedado suspendidas en 1929 por falta de medios. En 1940 se logró aislar y deshidratar la penicilina y Florey la administró por primera vez y con éxito a un policía afectado por una grave infección. En 1945, Fleming, Florey y Chain recibieron el Premio Nobel de Fisiología y Medicina. En España, la penicilina se empleó por primera vez en marzo de 1944, en la clínica de San Nicolás de la Coruña, aunque en esa ocasión no tuvo éxito porque no se administraron las dosis adecuadas. Unos meses más tarde, sin embargo, sirvió para curar al profesor y médico internista Carlos Jiménez Díaz, aquejado de una neumonía estreptocócica.
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