Cañas y Barro: 101
none Pág. 101 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez El tío Paloma, con la autoridad despótica que creía tener de derecho sobre toda su familia, se consideró en los primeros instantes obligado a abrirle la cabeza a su nieto con el extremo de la percha. Pero pensó en los negros que el Cubano había muerto allá lejos, y recordóns!, a un hombre así no se le pega aunque sea de la familia. Además, la amenaza de recobrar el redolí le infundía espanto. El tío Paloma se encastilló en la moral. Si no le daba dinero era porque conocía su carácter, y el dinero, en manos de jóvenes, es la perdición. Se lo bebería, iría a jugárselo con los pillos que manejaban la baraja a la sombra de cualquier barraca del Saler; prefería guardarlo él, y así prestaba un favor a Tonet. Al fin, cuando él muriese, ¿para quién sería lo suyo más que para el nieto...? Pero Tonet no se ablandaba con esperanzas. Quería lo suyo, o volvía a apoderarse del redolí. Y tras...
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