Cañas y Barro: 106
none Pág. 106 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez Cañamel, de quien se burlaba en otro tiempo, era un obstáculo insuperable. El odio que sentía hacia el marido le hacía ir en busca de su abuelo, creyendo que cuanto realizara contra éste era en perjuicio del esposo de Neleta. ¡Dinero!, ¡quería dinero! ¡Se enriquecían con la Sequiota, y a él, que era el amo, lo olvidaban! Estas demandas producían entre abuelo y nieto discusiones y enfados, que milagrosamente no acababan a golpes en la orilla del canal. Los barqueros viejos se asombraban ante la paciencia que mostraba el tío Paloma para convencer a su nieto. El año era malo; la Sequiota no daba el resultado que esperaban; además, Cañamel estaba enfermo y se mostraba intratable. El mismo tío Paloma deseaba en ciertos momentos que acabase el año y viniera nuevo sorteo, para enviar al diablo un negocio que tantos disgustos le proporcionaba. Su antiguo sistema era el bueno: que cada uno pescase para...
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