Cañas y Barro: 114
none Pág. 114 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez Los únicos que no aceptaban esta solución eran la Samaruca y sus parientes. Neleta no se casaría: estaban seguros de ello. Era demasiado mala aquella mujercita de melosa lengua para hacer las cosas como Dios manda. Antes que realizar el sacrificio de ceder a los parientes de la primera esposa lo que era muy suyo, preferiría vivir enredada con el Cubano. Para ella nada tenía esto de nuevo. ¡Cosas más grandes había visto el pobre Cañamel antes de morir...! Espoleados por el testamento que les ofrecía la posibilidad de ser ricos y por la convicción de que Neleta no había de allanarles el camino casándose, la Samaruca y los suyos ejercían un minucioso espionaje en torno de los amantes. Por las noches, a altas horas, cuando se cerraba la taberna, la feroz mujerona, arrebujada en su mantón, espiaba la salida de los parroquianos, buscando entre ellos a Tonet. Veía a Sangonera que se retiraba a su...
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