Cañas y Barro: 121
none Pág. 121 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez La calma de la tarde dulcificaba el carácter irritado de Neleta, infundiéndola nuevas confianzas. Contaba con los dedos el curso de los meses y el término de la gestación que se verificaba en sus entrañas. Faltaba poco tiempo para el penoso suceso que podía cambiar la suerte de su vida. Sería al mes siguiente, en noviembre, tal vez cuando se celebrasen en la Albufera las grandes tiradas llamadas de San Martín y Santa Catalina. Al contar, recordaba que aún no hacía un año que Cañamel había muerto; y con su instinto de perversa inconsciente, deseosa de arreglar su vida de acuerdo con la dicha, se lamentaba de no haberse entregado meses antes a Tonet. Así hubiera podido ostentar su estado sin miedo, atribuyendo al marido la paternidad del nuevo ser. La posibilidad de que la muerte interviniese en sus asuntos reanimaba su confianza. ¿Quién sabe si después de tantos terrores iba a nacer muerta la...
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