Cañas y Barro: 143
none Pág. 143 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez Pero inmediatamente retrocedían, heridos por el hedor del lecho de inmundicias en que se revolvía el enfermo. Algunos más animosos llegaban hasta él, para bromear con brutal ironía, invitándolo a beber la última copa en casa de Cañamel; pero el enfermo sólo contestaba con un ligero mugido y cerraba los ojos, sumiéndose de nuevo en su sopor, cortado por vómitos y estremecimientos. A media noche el vagabundo quedó abandonado. Tonet no quiso ver a su antiguo compañero. Había vuelto a la taberna, después de un largo sueño en la barca; sueño profundo, embrutecedor, rasgado a trechos por rojas pesadillas y arrullado por las descargas de los cazadores, que rodaban en su cerebro como truenos interminables. Al entrar se sorprendió viendo a Neleta sentada ante los toneles, con una palidez de cera, pero sin la menor inquietud en sus ojos, como si hubiese pasado la noche tranquilamente. Tonet se asombraba...
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