Cañas y Barro: 153
none Pág. 153 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez Su serpiente estaba en el pueblo, como la del pastor en el llano salvaje. Aquella Sancha del Palmar, desde su asiento de la taberna, era la que le mataba con los anillos inflexibles del crimen. No quería volver al mundo. Imposible vivir entre gentes: no podría mirarlas; vería en todas partes la cabecita deforme, hinchada, monstruosa, con sus cuencas profundas devoradas por los gusarapos. Sólo al pensar en Neleta un velo de sangre pasaba por sus ojos, y en medio de su arrepentimiento alzábase el deseo homicida, el impulso de matar a la que consideraba ahora como su enemiga implacable... ¿Para qué un nuevo crimen? Allí, en la soledad, lejos de toda mirada, se sentía mejor, y allí quería quedarse. Además, un miedo absorbente surgía en él con toda la fuerza del egoísmo, única pasión de su vida. Tal vez a aquellas horas circulaba por el Palmar la noticia del horrible suceso. Su abuelo callarla, pero...
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