Cañas y Barro: 154
none Pág. 154 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez Había dejado en el Saler a su cazador, que deseaba cuanto antes salir del lago y llegar a la ciudad, jurando no volver a aquellos sitios. ¡En dos viajes, dos desgracias! La Albufera sólo guardaba para él sorpresas terribles. La última le iba a costar una enfermedad. El tranquilo ciudadano, padre de numerosa prole, no podía apartar de su memoria el lúgubre envoltorio que habla pasado ante sus ojos. Seguramente que al llegar a su casa tendría que meterse en cama pretextando cualquier dolencia. La sorpresa lo había conmovido profundamente. El mismo cazador aconsejaba al tío Paloma una reserva absoluta. ¡Que no se le escapase una palabra! Nada habían visto. Debía recomendar el silencio a su pobre nieto, fugitivo, sin duda, por la impresión de la terrible sorpresa. El lago había vuelto a tragarse el secreto, y sería una candidez que ellos hablasen, sabiendo cómo marea la justicia a los inocentes...
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