Cañas y Barro: 155
none Pág. 155 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez -Plora, gossa, plora! -decía el barquero con irritación. Debía llorar toda su vida, ya que era la perdición de una familia. ¡Que conservase su dinero! No seria él quien viniera a pedírselo a cambio del silencio... Y si quería saber dónde estaba su amante, dónde su hijo, no tenia más que mirar al lago. La Albufera, madre de todos, guardaría el secreto con tanta fidelidad como él. Neleta quedó aterrada por esta revelación; pero aun en medio de su inmensa sorpresa miraba con inquietud al viejo, temiendo por su porvenir al verlo confiado al mutismo del tío Paloma. El viejo se golpeó una vez más el pecho. ¡Que viviese feliz y gozase su riqueza! El callaría siempre. La noche fue lúgubre en la barraca de los Palomas. A la luz moribunda del candil, el abuelo y el padre, sentados frente a frente, hablaron mucho tiempo, con su gravedad de seres distanciados por el carácter, que sólo podían...
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