Cañas y Barro: 88
none Pág. 88 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez Por encima de los cañares pasaba el extremo de una gran vela. Al aparecer en un recodo del canal el laúd que conducta a la música, la muchedumbre prorrumpió en un grito, como si la enardeciera la vista de los pantalones rojos y los blancos plumeros que ondeaban sobre los morrioncillos. La chavalería del pueblo, siguiendo la costumbre tradicional, luchaba por apoderarse del bombo. Metíanse los mozos agua adentro en aquel canal de hielo líquido, hundiéndose hasta el pecho con una intrepidez que hacía castañetear los dientes a los que estaban en la ribera. Las viejas protestaban: -Condenats...! Pillareu una pulmonía! Pero los muchachos abalanzábanse a la barca, se agarraban a la borda, entre las risas de los músicos, pugnando por que les entregasen el enorme instrumento: «¡A mí! ¡a mí...!». Hasta que uno más audaz, cansado de pedir, lo agarró con tal ímpetu, que casi fue al agua el gran...
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