De tal palo, tal astilla:25
De tal palo, tal astillaCapítulo XXV: Don Plácido de José María de Pereda No podía darse hombre más insignificante, en la apariencia, que don Plácido Quincevillas. No había en toda su persona un solo rasgo digno de llamar la atención de nadie. Pertenecía al grupo innumerable de esos individuos con los cuales se codea uno toda la vida en la calle y en los paseos públicos, que nunca van a la moda, se asemejan a todo el mundo, y a quienes jamás llegamos a conocer, por no tomarnos la molestia de preguntar cómo se llaman. Ni en verano se aligeran de ropa, ni en invierno se abrigan con exceso. Parece que nunca cambian de traje, y siempre le tienen en buen uso; andan sin apresurarse, y pisan sin hacer ruido con los pies; nadie los ha conocido jóvenes, ni alcanza, por mucho que viva, a verlos enteramente viejos; siempre han sido y nunca dejan de ser señores formales; tienen bastante buena conversación, pero jamás hablan de cosa que valga dos cominos; son frugales en la...
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