Del frío al fuego: 26
Capítulo XXV 26 Pág. 26 de 27 Del frío al fuego Felipe Trigo Días vanos -ayer, anteayer. No ha podido Sarah hacer mejor. No he vuelto a verla: mareada (¡ella!) en su camarote. Sigue mareada, en su prisión voluntaria de odio -aun hoy que quiere el mar despedirnos menos bravo enfrente de las tierras filipinas. Mareado Alberto (él sí), pidió a sus celos ridículos la fuerza para estar constantemente al lado de Lucía; y sigue constituido en tardío y fosco vigilante que la irrita, dentro de la inalterable cortesía con que ella le habla a todos... a mí también. Un barco que llega es una casa en mudanza. Se despierta y no se piensa más en ese arraigo de profunda intimidad que está en la habitación. Han hecho las camas, las camareras; mas por las puertas abiertas las he visto inundadas de cajas, de maletas, de cabás que aguardan allá abajo mientras aquí arriba esperamos con el espíritu fuera del mar. Se recoge cada cual a su egoísmo. Las caras y los...
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