Diamante Dick y el primer derecho de la mujer: II
La señora Dickey salió a recibirlos al vestíbulo y sometió a Charley a un diplomático pero exhaustivo examen. Todos parecían tratarlo con un inusitado respeto y la conversación mostraba una tendencia a virar de inmediato hacia la guerra. —¿Qué haces ahora? —preguntó el señor Dickey—. ¿Ayudarás a tu padre en los negocios? –No queda ningún negocio —dijo Charley francamente—. Tengo que trabajar por mi cuenta. El señor Dickey se quedó pensativo. —Si no tienes otro proyecto, ¿por qué no vienes a mi despacho un día de éstos? Quiero proponerte algo que tal vez te interese. A Charley le molestaba pensar que probablemente Diana lo había arreglado todo. No necesitaba la caridad de los demás. No estaba mutilado, y la guerra había terminado hacía cinco años. La gente ya no hablaba así. Toda la planta baja estaba llena de mesas dispuestas para la cena que se ofrecía después del baile, de modo que Charley y Diana cenaron en la biblioteca con el señor y la...
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