El préstamo de la difunta: 4
El préstamo de la difunta de Vicente Blasco Ibáñez Capítulo IV Era un chileno viejo llamado señor Juanito; pero las gentes del país, siempre predispuestas á cortar las palabras, sólo dejaban dos letras del tratamiento respetuoso á que su edad le daba derecho, llamándole ño Juanito. Siempre que abría su boca dejaba sumido á Ovejero en una resignada humildad. Su admiración por el viejo era tan grande, que consideró detalle de poca importancia el hecho de que no hubiese atravesado nunca la Puna de Atacama, ni conociera el lugar donde estaba el sepulcro de la difunta Correa. Un hombre de sus méritos sólo necesitaba unas cuantas explicaciones para hacer lo que le encargasen, aunque fuera en el otro extremo del planeta. Había vivido en la perpetua manía ambulatoria de algunos «rotos» chilenos, que llevan de la infancia á la muerte una existencia vagabunda. Deleitaba á Rosalindo contándole sus andanzas en el Japón, su vida de marinero á bordo de la flota turca...
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