Fortunata y Jacinta: 1.05.06
VIParte Primera (Capitulo V) de Benito Pérez Galdós Jacinta estaba alarmadísima, medio muerta de miedo y de dolor. No sabía qué hacer ni qué decir. «Hijo mío -exclamó limpiando el sudor de la frente de su marido-, ¡cómo estás...! Cálmate, por María Santísima. Estás delirando». -No, no; esto no es delirio, es arrepentimiento -añadió Santa Cruz, quien, al moverse, por poco se cae, y tuvo que apoyar las manos en el suelo-. ¿Crees acaso que el vino...? ¡Oh! no, hija mía, no me hagas ese disfavor. Es que la conciencia se me ha subido aquí al cuello, a la cabeza, y me pesa tanto, que no puedo guardar bien el equilibrio... Déjame que me prosterne ante ti y ponga a tus pies todas mis culpas para que las perdones... No te muevas, no me dejes solo, por Dios... ¿A dónde vas? ¿No ves mi aflicción? -Lo que veo... ¡Oh! Dios mío. Juan, por amor de Dios, sosiégate; no digas más disparates. Acuéstate. Yo te haré una taza de té. -¡Y para qué quiero yo té,...
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