IX. La ciudad de Hangchow
La derrota de los Sung Efectivamente: llegó el momento en que Kublai, después de conquistar Kaifeng, volvió su atención a Hangchow y envió un ejército invasor mandado por el mejor de sus generales: Bayán. Los refinadísimos Sung debieron sentirse aterrorizados ante el avance de Bayán. Y eso que por suerte para aquéllos, los mongoles ya no eran los feroces guerreros de Gengis Khan ni pensaban sólo en matanzas. Pero la antigua profecía que hablaba de un hombre llamado Cien Ojos como destructor del imperio estaba a punto de cumplirse: la forma china de la palabra Bayán es Peyen, que significa, entre otras cosas, cien ojos. Esto acabó de hundir el ánimo de la regente, la abuela del emperador, que a la sazón contaba sólo cuatro años, y decidió rendirse sin condiciones. Bayán entró vencedor en Hangchow a la cabeza de su ejército y ordenó que no se hiciera daño a la población. La regente y el emperador pidieron ser recibidos por Bayán, pero éste no accedió alegando que no conocía el ceremonial propio de esta ocasión; lo cual significaba que no tenía instrucciones concretas de Kublai acerca de la familia real. Sin embargo, cuando la regente comprendió que los invasores respetaban su vida, dijo a su nieto que debía dar las gracias al «Hijo del Cielo». Esto suponía una rendición en toda regla y una aceptación consciente de la derrota, pues el darle el título sagrado a Kublai suponía el reconocimiento del fin de la dinastía Sung. Los dos, abuela y nieto, fueron enviados a Pekín, donde les recibió amablemente la propia esposa de Kublai, Jamui Khatun. Se les concedió una pensión y el emperador fue nombrado príncipe de tercera clase. En Hangchow se instaló una guarnición mongol y se designó un mongol para el cargo de gobernador. Estos fueron los únicos cambios que produjo la conquista del reino del sur. Como no hubo mantanzas de la población y se respetó la propiedad, la vida en Hangchow siguió su curso cotidiano; tampoco hubo alteraciones de orden social. La clase alta continuó como hasta entonces, más rica y culta que la de cualquier otra ciudad de China.
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