La altísima: 04
Capítulo IV 04 Pág. 04 de 21 La altísima- Primera parte Felipe Trigo Días de mayor zozobra le llegaron. La mujer de su hora no se le pudo olvidar... ¡la que no existía! El deseo de la belleza que le ilusionó, y cuya posesión había renunciado torpe, estaba en su pensamiento y en su sangre como una fuerza creada y no gastada. Y esta renuncia, que sentía negativa como una ansiedad imposible, adquiría visos de un alto bien perdido eternamente -pues no podría reproducirse el ensueño. Era además una sensación íntima de necedad inaudita, de remordimiento: desorientado é inverso siempre, su alma acababa de estrellarse por sacrilegio pura y entera contra una prostituta, tratada como una virgen, tras de una vida larga empleada acaso en tratar á las vírgenes como prostitutas... En su memoria levantábanse recuerdos de mujeres acusándole implacables..., en tanto que reiría, que reiría, que seguiría en risa sin fin el llanto aquel de la vengadora de todas,...
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