La Andalucía trágica: Los sostenes de la patria
La Andalucía trágica Los sostenes de la patria de Azorín Esta mañana, a las ocho, don Luis ha venido a buscarme. ¿No conocéis a don Luis? ¿No conocéis a este hombre tan inteligente, tan discreto, tan bueno, tan abnegado, tan afable? Don Luis es alto, cenceño, delgado ; está un poco pálido; anda un poco encorvado; tose de rato en rato un poco. Y cuando se detiene en un corro de convecinos, en su marcha rápida, afanosa, febril, a través de las calles del pueblo, don Luis da unos fuertes resoplidos, se pasa la mano por la frente, atusa ligeramente su tupé y comienza a hablar con voz recia, imperativa, pintoresca, que poco a poco va apagándose, hasta que don Luis calla de pronto, se lleva la mano al pecho y suspira con un leve suspiro: - Señor Azorín, ¿estamos ya? - Estamos ya, señor don Luis. Y entonces comenzamos a andar por las calles anchas del pueblo; las saledizas, espaciosas rejas verdes, sobresalen en las aceras. Luego nos internamos en las calles de...
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