Los tres mosqueteros: Capítulo LXVII
Los tres mosqueterosConclusión de Alejandro Dumas (padre) El 6 del mes siguiente, el rey, cumpliendo la promesa que había hecho al cardenal de dejar París para volver a La Rochelle, salió de su capital todo aturdido aún por la nueva que acababa de esparcirse de que Buckingham acababa de ser asesinado. Aunque prevenida de que el hombre al que tanto había amado corría un peligro, la reina, cuando se le anunció esta muerte, no quiso creerla; ocurrió incluso que exclamó imprudentemente: -¡Es falso! Acaba de escribirme. Pero al día siguiente tuvo que creer en aquella fatal noticia: La Porte, retenido como todo el mundo en Inglaterra por las órdenes del rey Carlos I, llegó portador del último y fúnebre presente que Buckingham enviaba a la reina. La alegría del rey había sido muy viva ; no se molestó siquiera en disimularla a incluso la hizo estallar con afectación ante la reina. A Luis XIII, como a todos los corazones débiles, le faltaba generosidad. Mas...
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