Los tres mosqueteros: Capítulo XIV
Los tres mosqueterosEl hombre de Meung de Alejandro Dumas (padre) Aquella reunión era producida no por la espera de un hombre al que debían colgar, sino por la contemplación de un ahorcado. El coche, detenido un instante, prosiguió, pues, su marcha, atravesó la multitud, continuó su camino, enfiló la calle Saint Honoré, volvió la calle des Bons Enfants y se detuvo ante una puerta baja. La puerta se abrió, dos guardias recibieron en sus brazos a Bonacieux, sostenido por el exento; lo metieron por una avenida, lo hicieron subir una escalera y lo depositaron en una antecámara. Todos estos movimientos eran realizados por él de una forma maquinal. Había andado como se anda en sueños; había entrevisto los objetos a través de una niebla; sus oídos habían percibido los sonidos sin comprenderlos; hubieran podido ejecutarlo en aquel momento sin que él hubiera hecho un gesto para emprender su defensa, sin que hubiera lanzado un grito para implorar piedad. Permaneció,...
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