Memorias de la casa de los muertos. Cap IV - El marido de Akulka
Eran las once de la noche. Rato hacía que dormía yo profundamente en mi cama, cuando me desperté sobresaltado. La luz débil y oscilante del farolillo apenas alumbraba una parte de la sala. Todos dormían, incluso Ustíantsev. En el corredor resonaban los pasos de la patrulla que se acercaba: oyóse el ruido seco producido al golpear en el suelo con la culata de un fusil y en seguida el chirrido de los cerrojos de la puerta que se abría. Entró el cabo de guardia, contó a los enfermos y abandonó la sala, en la que volvió a reinar el más profundo silencio. Únicamente entonces eché de ver que, cerca de mí, hablaban en voz baja. No oí el principio de su conversación y perdí muchas frases; pero poco a poco me fui acostumbrando a aquel murmullo y lo entendí todo. Sucede a menudo que dos detenidos que tienen las camas juntas y no se han cambiado una palabra en semanas y aun en meses enteros, entablan de improviso una conversación animada en el corazón de la noche y se...
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