Rojo y negro: Capítulo LVIII
Rojo y negro de Stendhal Manon Lescaut Desde que se convenció de la estulticia borrical del prior, salía admirablemente del paso llamando negro a lo que era blanco y blanco a lo que era negro. LICHIEMBERG Prescribían imperiosamente las instrucciones rusas no llevar jamás la contraria, de viva voz, a la persona a quien se dirigían las cartas. Bajo ningún pretexto y en ningún caso debía salir el escritor de su papel de admirador extático: las cartas partían de esta suposición. Una noche, en la Ópera, hallándose Julián en el Palco de la mariscala, ensalzó hasta el bailable de Manon Lescaut. Hablaba así sencillamente porque le parecía malo. La mariscala contestó que el bailable resultaba muy inferior a la célebre novela del abate Prévost. Que una persona de virtud tan sólida como la mariscala alabase una novela, maravilló y divirtió al propio tiempo a Julián. Motivos le sobraban para maravillarse, pues la buena señora aprovechaba todas las ocasiones para...
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