Tercer Libro de La Galatea: 06
Con grande atención estaban los pastores escuchando lo que Silerio contaba, cuando interrompió el hilo de su cuento la voz de un lastimado pastor que entre unos árboles cantando estaba, y no tan lejos de las ventanas de la estancia donde ellos estaban que dejase de oírse todo lo que decía. La voz era de suerte que puso silencio a Silerio, el cual en ninguna manera quiso pasar adelante, antes rogó a los demás pastores que la escuchasen, pues, «para lo poco que de mi cuento quedaba, tiempo habría de acabarlo». Hiciéraseles de mal esto a Tirsi y Damón, si no les dijera Elicio: -Poco se perderá, pastores, en escuchar al desdichado Mireno -que, sin duda, es el pastor que canta-, y a quien ha traído la fortuna a términos que imagino que no espera él ninguno en su contento. -¿Cómo le ha de esperar -dijo Erastro-, si mañana se desposa Daranio con la pastora Silveria, con quien él pensaba casarse? Pero en fin, han podido más con los padres de Silveria las riquezas de...
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