V. La experiencia de China
Los lujos del Khan Sin embargo, Kublai no había abandonado completamente su amor por la vida al aire libre. Aunque abandonó la capital mongol, Karakorum, y fundó al nordeste de las ruinas de la antigua capital Chin una nueva ciudad para que fuera la capital imperial, a la que llamó Khanbalig o «Ciudad del Khan», se había hecho construir también un palacio de verano donde pasaba varios meses al año, cazando y montando a caballo. «En esta ciudad (Shangtu) —escribe Marco Polo— elevó un palacio de mármol y piedras cuyas salas y estancias están enteramente doradas. Es maravillosamente bello y bien decorado. Desde este alcázar parte una muralla que tiene cerca de dieciséis millas de circunvalación, en cuyo recinto hay fuentes, ríos y valles. El Gran Khan ha reunido en él toda suerte de animales: ciervos, corzos y gamos que dan en pasto a los gerifaltes y halcones, que aquí tiene en número de doscientos. El mismo va a verlos una vez por semana y va galopando por esta pradera que corre a lo largo de un muro y muy a menudo trae consigo un leopardo en la grupa de su caballo. Así se divierte en ver cómo los ciervos son devorados por los gerifaltes. »Sabed que en esta pradera cercada de muros ha hecho construir un palacio de vigas, pero dorado en su interior y decorado con toda especie de aves y pájaros, hábilmente recortados sobre el oro. La armazón es de cañas y tablones barnizados, tan bien unidos que el agua no puede echarlos a perder. Estos tablones son de más de tres palmos de espesor, por diez a quince de longitud. A veces su longitud cubre toda la casa de un lado a otro; el palacio está enteramente compuesto de estas cañas doradas y vigas, y dispuesto en tal forma que el Gran Khan puede hacerlo desarmar cuando quiere, y está ligado por doscientos gruesos cordones de seda. En él habita el Gran Khan tres meses del año: junio, julio y agosto. Porque no hace calor y porque goza con la estancia en él. En estos tres meses se arma el pabellón de caña, que luego se desarma en los demás meses del año. Así lo hizo construir, para armarle y desarmarle. El Gran Khan abandona el día 28 del mes de agosto de cada año la ciudad y el palacio. Y os diré el por qué más adelante». De este modo se expresa Marco Polo al describirnos la residencia de Kublai. En el palacio de verano, además de los animales de caza, había una cuadra de diez mil yeguas blancas, cuya leche estaba reservada a la familia imperial; el último día de estancia en el palacio, la leche de las yeguas se esparcía por el suelo como ofrenda a los espíritus. Cuando los Polo llegaron al palacio de verano, Kublai había sido emperador durante quince años y tenía cincuenta y nueve de edad. Marco le admiró mucho más por la vida que allí llevaba que si hubiera vivido de acuerdo con el refinadísimo, literario, artístico y ceremonioso estilo que era una característica usual de la corte china. De la apariencia personal de Kublai nos dice que era de estatura mediana, de miembros bien proporcionados, ojos negros y penetrantes y nariz recta y bien delineada. Marco no puede ocultar la ilimitada admiración que le produjo siempre Kublai. «Es el más grande Señor que existe actualmente en el mundo o que haya existido jamás», escribe. Sin duda que lo era en aquella época, mucho más que los soberanos europeos que conocía Marco, y su forma de vivir, su espléndida prodigalidad, así lo proclamaba. Sabemos que Marco lo admiró también por sus cualidades morales: decía que era valiente, justo y generoso, y, aunque los chinos lo consideraron un mongol y un invasor, existen testimonios chinos de aquella época que corroboran la opinión de Marco. Hay un relato de un historiador persa llamado Wassaf que habla así de Kublai: «Los relatos que se han esparcido por el mundo de sus gloriosas hazañas, sus instituciones, sus decisiones, su jactancia, la amplitud y grandeza de su inteligencia, de lo acertado de su juicio, de sus capacidades como administrador, sobrepasan todo lo que la historia nos cuenta de los césares de Roma». La historia oficial china lo confirma: «Kublai debe ser considerado como uno de los más grandes príncipes que hayan existido jamás. Lo afortunado de su gobierno se debió al buen juicio con que seleccionó a sus ayudantes, y al acierto con que los mandó. Cultivó la literatura y protegió a los maestros que la enseñaban. Amó realmente a sus súbditos». La favorable impresión que Kublai causó en Marco Polo, fue recíproca: al poderoso emperador le agradó aquel muchachito europeo que sabía desenvolverse con soltura y que era capaz de hablar varios idiomas de los que se usaban en sus dominios. No sabemos, porque Marco no lo cuenta, qué puesto desempeñaban su padre y su tío en la corte del Gran Khan; si estaban establecidos por su cuenta, dedicándose al comercio, o si tenían un cargo oficial. Lo que sí sabemos es que él, desde que llegó, se aplicó al estudio del chino, y, en un momento determinado, pasó, de trabajar con sus dos parientes, al servicio directo del Gran Khan que le concedió un puesto en la administración. Era la primera vez que un europeo ocupaba un cargo oficial en el gobierno chino. Durante siglos, los nobles orientales habían ofrecido empleos a los europeos que viajaban por Asia, contratándoles como soldados o como médicos. China había sido una excepción. Los emperadores chinos no quisieron nunca tener a los europeos trabajando para ellos. Pero Kublai no era sólo emperador de China, sino de otros muchos países, y además no era chino. Por tanto, no le importaba tener en su administración funcionarios y empleados de otras partes del mundo. Precisamente los mongoles, que eran mucho más incultos, estaban menos capacitados para desempeñar altos cargos administrativos. De este modo, dos años después de su llegada a Pekín, Marco fue nombrado comisionado de segunda clase agregado al Consejo Privado. Este cargo, además de permitirle seguir atendiendo sus ocupaciones particulares, le dio gran notoriedad y le proporcionó la oportunidad de viajar por el interior de China y conocer sus costumbres.
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