Basílica y colina de Vézelay

11/01/2021 2.696 Palabras

Una etapa en la ruta jacobea La historia de la «Colime inspirée», la colina donde varias generaciones buscaron consuelo espiritual, empezó en el 860. Girard de Roussillon, conde de Vienne y señor feudal en el norte de Borgoña, trasladó a Vézelay una de las reliquias más veneradas: el cuerpo de santa Magdalena. El conde había fundado un monasterio, con monjes de San Martín de Autun, al pie de la colina, que fue destruido poco después por los normandos. Pero en el 875 los monjes benedictinos decidieron establecerse allí y optaron por construir su monasterio junto al castillo, en la cima de la montaña. Cuando en el siglo XI se difundió el culto a san Lázaro, que junto a su hermana María Magdalena había propagado el cristianismo por el sur de Francia, los monjes de Vézelay afirmaron estar en posesión de las reliquias de santa Magdalena. Según reza la leyenda, en el siglo IX un benedictino llamado Badillon había salvado de los árabes los restos de la santa. Aunque María era una adúltera, fue también una de las más fieles seguidoras de Jesucristo. Se cree que finalmente los judíos la abandonaron en una barca sin velas ni remos que naufragó en el delta del Ródano. Esta historia atrajo a miles de peregrinos al norte de la Borgoña. En el siglo XII había surgido en torno al monasterio una ciudad de unos 10.000 habitantes, que disfrutaba de un floreciente comercio gracias a la afluencia de peregrinos. En Vézelay había cambistas, posadas y artesanos especializados en la fabricación de velas y emblemas para los peregrinos. Vézelay era una etapa importante de la Via lemovicensis, una de las rutas en forma de abanico que conducían a la parte sur de los Pirineos, donde confluían los numerosos caminos de la ruta jacobea hacia Santiago de Compostela. De hecho, la iglesia de Vézelay fue financiada con fondos aportados por los peregrinos. Pero en el siglo XIII corrió el rumor de que las reliquias de Vézelay eran falsas. Los peregrinos abandonaron el lugar y se dirigieron hacia la Provenza, a St. Maximin-La Sainte-Baume, donde se guardaban los «auténticos» restos de la santa, según decisión papal. No obstante, la importancia política de Vézelay como capital de los cruzados era tal que el propio Luis IX tuvo que poner fin a la disputa declarando, en 1267, que las reliquias de Vézelay eran las auténticas. La intervención real, sin embargo, no pudo detener la decadencia del monasterio durante la guerra de los Cien Años: en 1538, la abadía fue clausurada. Durante la Revolución, Vézelay carecía ya de relevancia política; los edificios conventuales fueron destruidos en su totalidad, pero los iconoclastas dejaron la iglesia de Sainte-Madeleine prácticamente intacta.

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